viernes, 2 de julio de 2010

Irrealidad

El cielo hoy tiene el azul plomo que amenaza. Lo prefiero cuando tiene ese azul que espera, o ese que olvida, pero hoy no.

Las nubes se pasean enfadadas, con el cuchillo asomando el filo en el bolsillo. Esperan a que una diga algo disonante para sacarlo y cruzar un par de navajazos que iluminen la penumbra.

El viento sopla ufano, como si hubiera estado encerrado en un cubo de diez centímetros durante meses. Parece que se riera de todo, como si nada le importara.

Voy con la cabeza gacha, ajena a todo esto, como si fuera un cuadro pintado en una pared lejana. Miro mis zapatos pero no los veo. No veo la hierba y la tierra que piso, no veo el asfalto, no veo la gente con quien me cruzo. Todo forma parte de la irrealidad del momento presente, y a mí eso ya no me afecta. Oigo el ruido de la ciudad a mi alrededor, pero es como si fuera el sonido de una televisión en la habitación contigua. Estoy lejos de todo, está todo desdibujado y borroso, aunque tan nítido.

En mi mente, lejos de aquí, recuerdo las sombras, los gritos, la oscuridad, y luego el silencio. Todo ello es lo que ahora mismo forma parte de mi mundo, revivir aquello una vez tras otra, barajar todas las opciones posibles. Y aún así, no puedo explicarlo ni comprenderlo, ni tampoco olvidarlo de una vez para así pasar página y poder seguir adelante, percibir otra vez como real el mundo que me rodea.