lunes, 29 de noviembre de 2010

Picor

Estoy intranquila, siento una desazón por dentro casi como la que siento por fuera. "No te rasques, no te rasques", hasta que al final no puedo contenerme más y comienzo a rascarme. Como llevo tiempo conteniéndome uso la mano entera, todos los dedos, todas las uñas. Primero flojo, pero poco a poco voy hundiéndolas en la carne y noto los surcos que van haciendo. Primero la piel se ve blanca, después se va coloreando hasta que por fin se vuelve roja. Allí donde tengo ropa también lo noto. Me rasco cada vez con más violencia y no consigo calmar el ansia que me provoca este picor (¿o acaso ha sido el ansia el origen de esta picazón?). Ahora me duele y me pica a un tiempo, como si la carne quisiera romper la piel para salir porque ésta se le ha quedado pequeña. Me brotan lágrimas de los ojos, pero no paro. En mi visión borrosa logro diferenciar los puntos de sangre que se van quedando bajo la piel. Ahora ya van saliendo gotas, pues mis uñas están rompiendo la barrera. Me rasco por todas partes. Noto las piernas ardiendo bajo los vaqueros y sé que mañana allí habrá cardenales, pues no es la primera vez. El frío a mi alrededor hace que me duela más y que no pare de picarme.

Desde la puerta él me mira sin salir de su asombro, pues aunque apenas han pasado unos segundos mi furia le resulta chocante. Me sobresalto al darme cuenta que está ahí y entonces sale de su trance y se acerca: "Pero, ¿qué haces?", me pregunta. Me lo quedo mirando con cara de boba, como si no me hubiera dado cuenta de lo que había pasado. Me miro en un gesto de cordura: toda mi piel expuesta está roja y mana sangre de algunos zarpazos, que pueden verse claramente grabados en mi piel. Allí donde no hay sangre se adivina sin embargo que sí habrá cicatriz. En lo que yo estoy mirándome él ha ido a por gasas, algodón y otras cosas, y cuando quiero darme cuenta está lavándome las heridas con agua fría y curándomelas. Le miro, resulta tierno y me está dando la paz que el cuerpo y el alma me pedía. Ya no me pica.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Esquizofrenia

Me despierto en mitad de la noche y no estás a mi lado. Estoy sola en la cama y tengo frío. Miro el móvil: nada. Rápidamente me visto y bajo a la calle, quiero verte llegar. En la calle hace más frío, me subo la solapa del abrigo y cruzo los brazos mientras me froto las manos y encojo el cuello. Pasa una hora y ni rastro. Estoy congelada así que vuelvo a subir a casa y me siento en el sofá. De repente caigo en la cuenta de que el sofá no es el que teníamos ayer: "Qué raro", pienso. Comienzo a mirar a mi alrededor. Al principio tengo la sensación de no estar en mi casa, luego me doy cuenta de que todos los muebles son los que tenía puestos hace años, antes de que vinieras a vivir conmigo, puede que hasta antes de conocerte. Me inquieto, es como si alguien me estuviera gastando una broma macabra, "¿Qué coño es todo esto?". Estoy muy confusa, las lágrimas me saltan de los ojos, mezcla de preocupación por ti y miedo por no saber qué está pasando a mi alrededor. Pienso en llamar a alguien, pero es tarde y no quiero despertar a nadie. Cojo el móvil para llamarte, aunque me habías dicho que lo tendrías desconectado: tu nombre no está en la agenda, es como si jugaran conmigo, como en aquella película hacen con el protagonista. Me voy a volver loca.

En el transcurso de mi berrinche me desmayé de tan exhausta que estaba, y el breve sueño de lucidez que tuve me dio la clave: No eres real, no te conozco, sólo estás en mi cabeza. Todos mis recuerdos son invenciones de mi mente ansiando un futuro grato. Espero conocerte algún día, o que tú me conozcas y me ansíes. Entre tanto, dejaré que mi locura te dibuje y te alimente, simplemente para evadirme de las realidades que me desbordan y que no comprendo, esas que me impiden ser normal, esas que me rodean. Te guardaré en secreto, pues no quiero volver a las miradas de recelo de todos, incluso de quienes dicen quererme, no quiero volver a las rutinas que me anulan, no quiero quedarme sola sin ti.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Entonces

Cuando el tiempo deje de ser mi aliado para huír,
cuando deje de esconderme tras la rigidez y el hermetismo,
cuando tus besos me recorran el cuerpo de arriba a abajo
y tus abrazos derritan el hielo que cubre mi corazón,
sabré que viviré mi vida a tu lado
y que el temor será sólo un mal recuerdo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Sin destino

No te conozco, pero sé que un día aparecerás.
No te espero, pero sé que un día vendrás.
A veces sueño contigo, y por eso sé que existes.
¿Acaso sabes tú de mi existencia?
Temo el día en que me encuentres y me veas.
Temo tu rechazo y tu desdén.
Quisiera no saber quién eres y no haberte soñado.
Quisiera ignorar tu presencia en este mundo.
Quisiera sólo ser yo como tu eres tú.
Porque este mundo no debería tener condiciones
y nosotros deberíamos ser sólo dos personas sin destino.

martes, 2 de noviembre de 2010

Lo noto

El sol baña las terrazas del río, allí donde los álamos abandonan el verdor del verano para dejar paso a los amarillos, naranjas y marrones del otoño. La puesta arroja rayos que dan un aspecto irreal al monte, como si alguien hubiera vertido sobre él un caldero de oro fundido. La tierra combina con la hojarasca que se posa en ella día a día y el aire da idea del frío que quedará cuando el último rayo de sol se haya retirado del horizonte. Por allí pasa una sinuosa carretera gris, arropada por los árboles, que apenas destaca entre el paisaje, desde la que ahora contemplo ese instante único del que soy testigo, como si todo se hubiera detenido un momento para luego seguir. Continúo conduciendo y me pregunto si alguien más habrá notado que el mundo va solo sin que nadie lo empuje.