sábado, 22 de enero de 2011

El susto

De repente no recordaba cómo había llegado allí ni quién era el tipo que había a mi lado. Fue como si despertara de un profundo trance. Estaba sentada en esa cama que no reconocía en una habitación que no me era familiar. Por la ventana entraba algo de luz artificial y se oían coches, tal vez fuera un motel. Estaba tan desconcertada que no había reparado en el dolor que laceraba mi mano. Bajé la cabeza y la vi llena de sangre, mientras mi otra mano sujetaba un cuchillo pequeño y afilado, con mango de nácar, que tampoco reconocía. Estaba medio desnuda, apenas llevaba el tanga y una camiseta de tirantes, también cubierta de sangre. De repente el corazón me dio un vuelco al pensar que tal vez me había cargado al tío que estaba en la cama. Quizá me llevó allí y me amenazó con el cuchillo, me forzó o lo intentó y al luchar con él había conseguido zafarme hiriéndome la mano y matándolo. Por momentos, el pánico se iba apoderando de mí mientras mi pensamiento se bloqueaba. Examiné al hombre, que yacía boca abajo, hubiera jurado que dormido. Era un tío moreno de complexión media, como casi todos los tipos con los que me acostaba. Sólo llevaba puestos unos bóxer azul marino y aparentemente no tenía heridas. No entendía nada.

Me dolía mucho la mano y aún no había casi ni respirado, temiendo despertar a aquel tipo, o aún peor, temiendo darme cuenta de que realmente estaba muerto. Oí sirenas de fondo y me entró el pánico, ¿cómo lo sabían?

Debí desmayarme y lo siguiente que recuerdo fue levantarme en una cama de hospital con dolor de cabeza y la mano vendada. A mi lado había un tío al que estaba convencida que no conocía, pese a que su aspecto me resultaba familiar. Leía unas notas que había en un cuaderno, cuando se dio cuenta de que estaba despertando:

—¿Cómo se encuentra?— preguntó.
—¿Quién es usted?— pregunté yo, casi al unísono.
—Tranquilícese, por favor. Soy policía— no me dejó seguir. —Verá, estaba aquí para aclarar un par de cabos sueltos y me he pasado a verla, y ha dado la casualidad que le ha tocado despertarse.
—¿No ha venido a arrestarme?— pregunté, perpleja.
—¡Jajajajaja! No, claro que no, ¿es que no recuerda nada? Claro, el médico dijo que podía ocurrir con el golpe que recibió.
—Le pido, por favor que me cuente lo sucedido. Recuerdo despertarme ensangrentada en una habitación, pero no recuerdo por qué estaba allí, ni qué pasó después ni quién era el tío de la cama...

Al parecer, había recibido un golpe en la cabeza y por eso había perdido tanto la memoria a corto plazo como el conocimiento. Me explicó que mi acompañante era un amigo mío según habían podido averiguar y que estábamos pasando la noche juntos cuando le dio un shock anafiláctico. Sospechaban que tras llamar a urgencias, busqué algo con que hacerle una traqueotomía a la desesperada mientras convulsionaba por la falta de aire, y lo único que encontré fue aquel cuchillo que debía de haberse dejado alguien en la habitación de aquel motel. Cuando emergencias llegó me encontraron con un traumatismo en el cráneo y un corte limpio en la mano, desmayada en la cama, y a él con un corte en el cuello, muerto. Decían que probablemente me tiraría al suelo en uno de sus últimos intentos por respirar, mientras le hacía el corte para intentar que le llegara aire a los pulmones. Mi tajo en la mano sería seguramente también el resultado de no conseguir que se estuviera quieto. Después llegó la policía y el juez para levantar el cadáver mientras a mí me trasladaban al hospital.

Seguía sin acordarme de su cara ni de su nombre, y una pesadumbre se había apoderado de mí, pero al menos podía respirar tranquila e interiormente sentía que por fin todo volvía a encajar en su sitio.

jueves, 13 de enero de 2011

Canalla

Cuando te vi por primera vez, caí rendida a tus pies aunque no te dieras cuenta. Me ganó tu apariencia canalla pero sincera y tu mirada perdida, no me preguntes por qué. Mi confianza estaba ausente, llevaba días así, y ni se me pasó por la cabeza que pudieras fijarte en mí, ni tampoco estaba por hacer algo para remediarlo. Pero lo hiciste, atacaste y me dejé seducir. Te presté todos mis sentidos, y pese a mi despiste y mis dudas, esa noche renació en mí la ilusión de que algún día volvería a amar.