jueves, 30 de julio de 2009

La semilla

Era una buena simiente, grande, con muchos nutrientes por tanto, perfecta en cualidades para poder dar lugar a una bonita planta. La pusieron en una maceta y comenzaron a regarla con agua abundante, todos los días, durante muchos días. Esos días pasaban, pero nada surgía de aquella maceta, parecía como si en ella sólo hubiera tierra... y agua. Cuando pasados los meses esos que regaban se dieron por vencidos, en esa misma maceta plantaron una nueva semilla, aunque sin muchas expectativas. Esta vez, la regaban únicamente cuando se acordaban, pero a las pocas semanas de la tierra salió un pequeño tallo que con el tiempo se convertiría en una magnífica planta.

La primera semilla nunca llegó a germinar, se pudrió. No obstante, tuvo su función, pues sus nutrientes hicieron fuerte al pequeño tallo, nacido de la segunda, cuando comenzaba a desarrollarse, contribuyendo entre ambas simientes a la nueva planta que crecería con suficientes atenciones, pero sin excesos.

domingo, 19 de julio de 2009

Espejo

Me veo en la mirada de quienes me rodean, por eso necesito a gente alrededor. Tengo miedo a estar sola, porque entonces dejo de existir.

Cuando me encontraste estaba perdida, asustada. Me había asomado a muchas ventanas, a muchos espejos, pero nunca me había detenido a mirarme en ti. Tú me viste como nadie antes lo había hecho, me descubriste facetas de mí misma que yo no conocía, me diste fuerza vital.

Hoy sigo adelante con todo, aunque tú ya no estés. Recuerdo esa imagen y esa fortaleza y, pese a echarte de menos, sé que sigues en mí.

jueves, 2 de julio de 2009

La rana

La princesa besó a la rana, esperando que ésta se convirtiera en príncipe, pero no lo hizo. Como la rana le hacía gracia de cualquier forma, decidió que quizá sería una buena mascota, así que la llevó a palacio escondida entre sus faldas.

Durante varios días la princesa jugó con la rana y se divirtió mucho. No se había equivocado: era una gran mascota. Sin embargo, el rey se enteró de que había una rana en el castillo y decidió que semejante animal no era digno de vivir en tal morada, por lo que rápidamente ordenó a su hija deshacerse de él.

La princesa trató de hacerlo, salió varios días de excursión hacia el lago, pero cuando intentaba devolver la rana al agua, la pena le invadía y se veía incapaz. No podía imaginarse sus días sin jugar con aquella rana con quien tan buenos recuerdos había construido. Volvía uno y otro día a palacio con la rana, con la consiguiente regañina del rey que hacía que lágrimas amargas le rodaran por las mejillas.

El día que por fin fue capaz de echar la rana al lago entre llantos, volvió al castillo con el alma rota. Pero una sorpresa le aguardaba: la rana también había disfrutado de tantos días con la princesa y, pese a que, según dicen, los animales carecen de voluntad, la rana volvió al castillo por sus propios medios para estar con ella, y así se ganó también el respeto del rey, quien le permitió quedarse. Nunca más volvió a ver triste a su hija.