sábado, 28 de noviembre de 2009

Iluminado

El cristal de la ventana me devuelve un reflejo semidesfigurado de mi cara ya que la negrura se apodera de la calle. Está lloviendo a mares, una lluvia helada que hace que en la calle no haya un alma. Abajo, un paraguas rojo reclama mi atención. Apenas lo distingo por la cortina de agua que nos separa. Por algún extraño motivo, en ese momento, su dueño se para y mira en mi dirección. Un relámpago ilumina el cielo. En un segundo veo su cara y sus ojos, en una mueca de horror. Mierda, he sido descubierto, está claro que ha podido distinguir el cuchillo ensangrentado en mi mano y, si es así, bien podría identificarme.

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