miércoles, 18 de agosto de 2010

Secuestro I

Cuando desperté estaba confusa, no recordaba nada desde la conversación de anoche. Tenía la boca seca y me dolía la cabeza como en la peor de mis resacas, apenas podía moverme. No reconocía la habitación en la que estaba: pequeña, pintada de blanco, una silla, una cama y una mesita eran todos los muebles y la luz se colaba por las rendijas de la contraventana que tapaba el ventanuco de la pared. Aún estaba demasiado amodorrada como para que la preocupación asaltara mi mente. En la calle un perro ladraba y mi cabeza daba signos de querer estallar.

Me incorporé, frente a mí había un espejo. Vi que llevaba la ropa que uso en casa, así que no debía de haber ido muy lejos. En la mesita había un vaso de agua y tenía sed. Me levanté y mientras lo bebía vi al lado una nota: "Bienvenida".

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