viernes, 26 de junio de 2009

¿Solución?

No sé cómo solucionarlo. Siento que la he jodido pero bien, se ha roto y no puedo hacer nada.

¿Fue culpa mía? Asumo mi parte de culpa, porque siempre hay una parte. Hasta cuando no se actúa hay una parte de culpa, aunque sea por negligencia. Es muy cómodo echar la culpa a otro y es muy fácil sentirse culpable, así que ajustemos: asumo mi parte, ni más ni menos.

Pero también me hago cargo de que es imposible hacer un puente si no hay dos anclajes. Puedo echar la malla una vez tras otra, que si no tiene donde enganchar caerá tantas veces como la tire.

¿Qué puedo hacer? Quizá debiera asumir también que no puedo hacer nada: cuando un jarrón se rompe en diez trozos puede intentar pegarse, pero cuando se rompe en mil pedazos cualquier esfuerzo es inútil, sobre todo si además hay alguien por allí que da patadas a esos trozos para que se dispersen.

martes, 23 de junio de 2009

El perdón

Estás aquí, has venido a verme. Te veo, me miras. Te observo de arriba a abajo perpleja:

—Pasa, pasa.
—Perdóname.

Cierro la puerta y callo mientras te sigo mirando, aún sin creer lo que hay ante mis ojos. Entonces te acercas y me besas, y te devuelvo el beso, pues me rendí en cuanto te vi.

viernes, 19 de junio de 2009

Crónica de una infeliz

A los 2 años, su madre le decía que sólo le daba disgustos.
A los 4 años, su profesora le dijo que era una vaga.
A los 10 años, su madre le dijo que era inconstante e indisciplinada.
A los 12 años, su padre le repetía que era una burra.
A los 15 años, en el instituto le dijeron monstruo.
A los 18 años, su novio le pegó una bofetada.
A los 21 años, sus compañeros la señalaban y se reían de ella y su aspecto.
A los 24 años, su madre le llamó puta.

A los 25 años, el peso sobre su espalda era insoportable, escupía al espejo cada vez que se veía y se sentía incapaz de hacer nada. Había dado vueltas al suicidio en su cabeza muchas veces, pero todo le parecía demasiado simple, quería irse de forma que se la recordara por haber logrado algo.

En su pensamiento aparecía su madre al encontrarla, pero el shock pasaría demasiado pronto. Su padre reaccionaría como siempre, llegaría a casa y se pondría a gritar y amenazar a su madre, nada extraordinario. Sus llamados amigos no eran más que chinches que le chupaban la sangre, así que tras la breve sorpresa y estupefacción pasarían a la siguiente víctima. Y la lista de perdedores a la que llamaba ex simplemente lo comentarían 2 minutos y seguirían emborrachándose o colocándose, que era lo que solían hacer todo el día.

Pensaba y pensaba. No quería sufrir demasiado, pero quería dejar boquiabierto a todo el mundo, que pensaran en ella, dejar algo por lo que sería recordada, algo de lo que no la consideraran capaz, algo extraordinario y digno de alguien con arrojo y aplomo, alguien que mereciera ser admirado.

Tras varios días de pensamientos reiterativos al fin creyó dar con la solución. Hizo unas cuantas llamadas y citó a todos en casa de Lucas, su novio, un mierdecilla que la dejaba en ridículo delante de todos a la mínima ocasión. Una tardía fiesta de cumpleaños era la excusa. Acudió todo al que había citado: sus amigos, sus ex y sus compañeros de trabajo. Había estado toda la tarde preparándolo: había música, tarta, café y alcohol. Repartió la tarta, sirvió los cafés y las copas y puso la música a todo trapo. Bailaron todos, ella la que más, y bien entrada la noche el cansancio hizo mella entre los invitados de forma que todos acabaron amodorrados en el sofá y los sillones. Recogió sus cosas y se fue a su casa. Sus padres ya se habían acostado, así que, a oscuras, cogió una cerveza de la nevera y se la bebió casi sin respirar.

A la mañana siguiente, su padre desayunaba y su madre planchaba la ropa que él iba a ponerse, y entonces reparó en un sobre cerrado que había sobre la mesa:

—¿Qué es esto? ¿Es tuyo?
—No— dijo, casi sin levantar la vista.

Lo abrió:

"Queridos papá y mamá:

Por fin he hecho algo de lo que podéis sentiros orgullosos, seguro que hasta salgo en las noticias (dad una foto buena). Ayer celebré el cumpleaños y les he dado a todos los hijos de puta de mi vida su merecido. Era verdad, teníais razón, no me convenían esas compañías, debí darme cuenta. Tampoco me convenáis vosotros, a decir verdad.

Recordadme por esto y por compadeceros.

Hasta nunca".

Soltó el papel y fue corriendo al cuarto: Marisa yacía muerta en la cama con una jeringa en la mano.

jueves, 18 de junio de 2009

Coincidencia

Dibujé tu nombre dentro de un corazón. Quería dibujar tu cara, pero me faltaba destreza y voluntad. Viniste en forma de viento y, como el dibujo era de arena, te llevaste mi corazón con tu nombre, lo borraste como si nada...

¿No soy digna de ti? ¿No eres digno de mí? Qué sabrán ellos, qué sabrás tú, qué sabré yo.

Piensa por un momento en vez de ser el ímpetu que acompaña tus soplidos, déjate llevar igual que me dejo yo. Vayamos a volar y, entonces, tal vez volvamos a coincidir en este mundo, tan grande, tan pequeño.

sábado, 13 de junio de 2009

Lo que se deja atrás

Miraba por la ventanilla con una mezcla de curiosidad y miedo, o quizá fuera incertidumbre. Todo era nuevo pero extrañamente cercano. En su corazón se agolpaban la emoción, la ilusión..., y el alivio, al tiempo que la melancolía por lo que dejaba atrás.

Atrás quedaba su antigua vida, el estrés, los gritos, el sometimiento a un control obsesivo. Sin embargo, también todas las vivencias hasta la fecha, lo que le hacía ser como era. La mezcla de esos sentimientos le daba ganas de reír y llorar a un tiempo. Eran recuerdos horribles, pero también felices, aunque para irse habían pesado más los primeros en aquel momento de su vida. Eso, y la promesa de empezar de nuevo (eso quería creer), o casi.

Se daba cuenta de que la felicidad no era completa porque en aquella ciudad había dejado parte de su ser, de su identidad, de la persona que era, y esa parte siempre quedaría allí, reclamando, como un imán, que volviera. Le quedaba sin duda la sensación de que volvería, aunque no podía saber cuándo y, en ese instante, volver no le hacía especial ilusión precisamente.

No podemos renunciar a quienes somos.

lunes, 8 de junio de 2009

Tabla

Echa una tabla al mar, para que pueda agarrarme a ella. Llevo mucho tiempo nadando y estoy entumecida. Siento como el cuerpo me pesa cada vez más y no puedo evitar hundirme...

Luto

Cada mañana, despierto esperando que todo haya sido un sueño, pero tras lavarme la cara y verme en el espejo, recupero la cordura y sé que no es así.

Evito abrir el cajón donde guardo las cartas que devotamente me escribías cada día, pues sé que si las leyera o las viera siquiera, no podría contener las lágrimas.

Guardé todas tus fotos, quité todos los marcos, pues verte sólo me trae recuerdos y me hace sufrir.

Aún estoy de luto. No es literal, ya lo sabes, pero sí es la pena de mi alma al saber lo mucho que tendré que esperar para, con suerte, poder volver a verte.

Si me hubieras hecho caso, si tan sólo te hubieras vuelto, habrías evitado todo ésto, por ti pero también por mí. Sólo espero que tú no estés sufriendo demasiado, pues sé que estar sin mí te perturba y posiblemente te castigues pensando en lo que pasó. No quiero eso, quiero que estés tranquilo y todo pase para ti lo antes posible.

Si tan sólo esta vez me hubieras hecho caso, si hubieras atendido a mi grito de advertencia y terror, no habría tenido lugar el accidente que te costó la vida...

viernes, 5 de junio de 2009

En la carretera

Solos la carretera, mis pensamientos y yo. Tengo todo el día por delante y un largo camino por recorrer. Pongo la música a tope. Mientras canto a voz en grito, da igual si desafino, pienso en las letras de las canciones que escucho y si es casualidad que siempre haya un fragmento que tenga que ver conmigo.

Miro dentro de los coches que voy adelantando y que me van adelantando, y me pregunto cuál será la historia de sus ocupantes, a dónde van, por qué están viajando hoy, de dónde son,... Observo el paisaje alrededor, que ya amarillea por la sequedad de la estación que se avecina, y eso que esta primavera ha sido bastante lluviosa: los campos de cultivo, los árboles, las montañas, los matorrales y arbustos,... Reparo en los pueblos que voy dejando atrás y me pregunto cómo sería vivir en uno de ellos, en un pequeño pueblo próximo a la autovía donde alrededor sólo hay campos de cultivo, unos cuantos matojos y rodales de árboles aislados. Qué distinto de vivir en una gran ciudad. Imagino cómo alguien pasaría allí su infancia, creciendo asilvestrado y libre; su adolescencia, con todo el pueblo conociendo cada paso que da en el momento en que lo está dando, y su edad adulta, cuando probablemente tomaría la decisión de salir de allí para barajar otras alternativas. O tal vez no, tal vez pasase su jornada con el tractor en las tierras familiares.

Y sigo cantando a grito pelado mientras hace ya tiempo que pasé ese pueblo, y sigo concentrada en la carretera y los conductores que me encuentro, y sigo deteniéndome en cualquier pensamiento que quiere pasar fugaz por mi cabeza. Y durante el tiempo que dura mi viaje siento menos peso sobre mis hombros, siento alivio.

martes, 2 de junio de 2009

Pedazos de mí

Voy dejando pedacitos de mi alma por las esquinas, voy regalando gajos de mí, partes que ya no están conmigo. Y por eso duele. Es la querencia que tiene cada trozo por volver conmigo, como si mi corazón fuera un imán que les llamara, pero sin embargo no pueden, pues siguen atados a donde yo los dejé.

Si te regalé un pedazo de mí, por favor, cuídalo, pues será tuyo para siempre, y a cambio yo guardo algo de ti en mis cajones del recuerdo.

Cada vivencia, cada memoria archivada es un trocito de mí que dejé en alguna parte.

Voy dejando pedacitos de mi alma...

lunes, 1 de junio de 2009

Tengo envidia

Veo escenas de amor alrededor y tengo celos. No me importa el amor que haya detrás de esas escenas, me importa la ternura, la pasión, el aprecio que comparten durante ellas sus protagonistas. Es la envidia.

Pocas cosas, o mejor dicho, niguna otra cosa hay en este mundo capaz de hacer sentir así. Así de bien, así de a gusto. No es sólo la relajación, el abandonarse a uno mismo, el ser capaz de otorgar placer y de recibirlo, el saber que el otro está sólo pendiente de ti en ese momento,... Es el subidón que te inunda, el sentir que no existe nada más en el mundo, la sensación de plenitud, la felicidad de un instante, es casi como volver a nacer.

Sí, tengo envidia por no poder disfrutar de momentos así cada día, lo echo de menos.