sábado, 13 de junio de 2009

Lo que se deja atrás

Miraba por la ventanilla con una mezcla de curiosidad y miedo, o quizá fuera incertidumbre. Todo era nuevo pero extrañamente cercano. En su corazón se agolpaban la emoción, la ilusión..., y el alivio, al tiempo que la melancolía por lo que dejaba atrás.

Atrás quedaba su antigua vida, el estrés, los gritos, el sometimiento a un control obsesivo. Sin embargo, también todas las vivencias hasta la fecha, lo que le hacía ser como era. La mezcla de esos sentimientos le daba ganas de reír y llorar a un tiempo. Eran recuerdos horribles, pero también felices, aunque para irse habían pesado más los primeros en aquel momento de su vida. Eso, y la promesa de empezar de nuevo (eso quería creer), o casi.

Se daba cuenta de que la felicidad no era completa porque en aquella ciudad había dejado parte de su ser, de su identidad, de la persona que era, y esa parte siempre quedaría allí, reclamando, como un imán, que volviera. Le quedaba sin duda la sensación de que volvería, aunque no podía saber cuándo y, en ese instante, volver no le hacía especial ilusión precisamente.

No podemos renunciar a quienes somos.

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